El Día de Muertos es una celebración muy importante que llena de color y aromas las calles de Veracruz.
Ciudad de México, 1 de octubre (SinEmbargo).- El Día de Muertos en Veracruz es mucho más que una celebración; es una manifestación profunda de amor, respeto y gratitud hacia aquellos que dejaron una marca en nuestras vidas. A través de estas tradiciones, los veracruzanos demuestran que la muerte no separa, sino que fortalece los lazos entre generaciones. Es por eso que te presentamos algunos festejos más populares de día de muertos en los Pueblos Mágicos de Naolinco y Papantla.
Naolinco
Actualmente reconocido como Pueblo Mágico, este pintoresco lugar está enclavado en la montaña, con historia y tradiciones que viven a través del tiempo, con barrios llenos de gente devota y hospitalaria, calles empedradas, casas coloniales con fachadas en colores pasteles y balcones que le dan un toque de nostalgia, este pueblo crea en el visitante la sensación de estar en otra época.
Durante la celebración de Día de Muertos, los habitantes del Pueblo Mágico de Naolinco realizan un elaborado ritual de hermosos altares, que por sus diseños son obras de arte, decorados por flores, papel china y platillos que disfrutaban sus difuntos. En muchas de las casas se colocan arcos bellamente decorados sobre las puertas, indicando de esta manera a los grupos que cantan los alabados y alabanzas que en ese hogar serán muy bien recibidos.
En varias intersecciones de las calles del centro de la ciudad, se levantan hermosos arcos, igualmente adornados con plantas ornamentales y cempasúchitl que van de una esquina a la otra.
Lo más característico de esta celebración es “La Cantada”, donde los habitantes visitan las casas y entonan allí los cantos (alabados y alabanzas), que fueron creados por la gente de Naolinco. Se inicia cuando los grupos se dirigen al cementerio a cantar frente a la tumba de un pariente la primera “cantada” de la noche, luego los participantes se desplazan de casa en casa entonándolos respetuosamente. Es un ir y venir que concluye a tempranas horas de la madrugada, ya que es necesario descansar para continuar al día siguiente con la visita al camposanto.
Papantla
El Pueblo Mágico de Papantla no se queda atrás, se pueden observar campos que a sus alrededores son colinas suaves de verdes intensos y paisajes excepcionales. Puedes recorrer sus rincones pintorescos entre casas con techos de tejas, una que otra mansión colonial perdura aún con sus portones, zaguanes y patios llamados asoleaderos y lugares tradicionales.
Cuando llega el Día de Muertos, los totonacos empiezan sus preparativos, comidas y adornos para celebrar la festividad del Ninín, “los que no han muerto”, en un acto de intercambio comunal entre los espíritus y los dioses. A sus difuntos le ofrendan comida, flores e incienso, así como oraciones y cantos, que reflejan el cariño y esmero con el que han esperado su retorno.
En las creencias totonacas se cree que los difuntos no pueden tocar la tierra, pues quedarían encantados. Por ello, la mesa donde se disponen los presentes debe ir colgada al techo para que entren a los hogares flotando con las corrientes de aire que atraviesan las casas. Los grupos de alabanceros abren y cierran, metafóricamente, el portal por donde llegarán los difuntos, guiados por el canto que reconocen dentro de la casa.
Esta ofrenda no tiene muchos alimentos y se van cambiando, dependiendo de la fecha y de las personas que visitan. En la mañana, la familia les hace café y les pone pan; al mediodía, elaboran los tamales de cuchara, rellenos de puerco, picadillo y guisado; y en la noche, les ponen chocolate con pan.